No tuvo mucha suerte
con las mujeres, y se quedó prendado de Lou Salomé (que no le
correspondió). Además, su padre murió siendo él pequeño, algo que
difuminó la figura paternal en el filósofo.
No es cierto que estuviera a favor de las doctrinas nazis (a
estas alturas casi me avergüenza que haya gente que aún crea en este
debate), sino más bien que Hitler aprovechó unos textos de Nietzsche publicados
de forma póstuma y manipulados por su hermana (que estaba casada con un
miembro del ejército alemán) para inventarse su apoyo.
De
lo que no caben muchas dudas es de que acabó completamente loco, con
unas durísimas migrañas que apenas le dejaban escribir y vagando por
casas de amigos porque, mientras vivió, tampoco fue lo que se dice un escritor de best-sellers.
Como curiosidades, es preciso saber que logró la cátedra de Filología en la Universidad de Basilea
siendo muy joven, pero que pronto renunció a ella. Además, en el
colegio escribió un ensayo en el que defendía la existencia de Dios
(alguien que luego escribiría El Anticristo) y que se quemó la mano a propósito cuando en la escuela le dijeron que los héroes no existían.
Nietzsche, que se convirtió en lo opuesto a lo que era de
niño, salió andando un día del colegio, mientras sus compañeros corrían
para evitar la granizada que les caía. La madre le preguntó entonces:
“Hijo, ¿por qué no has venido corriendo?” y él, dicen, respondió:
“Porque nos han dicho que no corramos al salir de la escuela”.
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